La celebración del Día de los Fieles Difuntos, convocó a miles de personas en el cementerio de El Guabo y hasta el 3 de noviembre, continuaba repleto de deudos que acudieron a visitar las tumbas de sus seres queridos ya fallecidos.
En un mausoleo, encontramos a Roger Pineda Mejía, abogado de profesión, quien se encontraba colocando velas ante el sepulcro de su mamá, a quien perdió en septiembre de 2020, y desde entonces acude cada semana al campo santo.
“El 2 de noviembre anterior, alrededor de los 18h00, acudimos con mis hermanos, Elvis, Alexi, e Ítalo, al cementerio. Días antes se pintó nuevamente, el cuerpo de bóvedas y luego vinimos a limpiar el piso y los alrededores. Terminadas esas tareas, nos dispusimos a honrar la memoria de nuestra mamá”, narró el abogado Pineda.
Detalles del propio día
De acuerdo con sus palabras, la actividad en la “ciudad blanca”, la actividad ha sido intensa en estos días, y se ha contado con el acompañamiento del Cuerpo de Bomberos de El Guabo, y los agente de la Comisión de Tránsito del Ecuador, CTE, que realizaron controles en la vía que cruza al lado del camposanto.
Dijo también que el propio día de la conmemoración de los difuntos, hubo tres misas; la primera a las 7 de la mañana; la segunda a las 11; y la última, a las 19h00; en la calle de la entrada principal.
“Todas las misas estuvieron abarrotadas; y en la de la noche, se pudo ver cientos de velas encendidas durante la ceremonia. Fue muy emotivo estar ahí y comprobar que, pese a que ya no están vivos, se sigue recordando a quienes se amó”, fue el comentario de Pineda Mejía.
Chocolate, pan y serenata
Agregó que, en su caso, quiso realizar una actividad un tanto diferente para acompañar el recuerdo de su madre. Por eso, mandó a preparar una olla de chocolate con leche y sánduches de pan con queso y mantequillas.
Pineda aseveró que esta acción la realizó, recordando la bondad y la generosidad que siempre fue característica de su progenitora; por tal motivo, compartió lo preparado con las personas que estaban en los alrededores.
“Fueron 100 vasos de chocolate y 100 panes los que entregamos esa noche; y fue una acción que nos llenó el alma; que, en medio de la tristeza, nos dio alegría; tal cual nuestra madre hubiera querido vernos a sus hijos”, resaltó.
Pero no fue solo la comida, Roger y sus hermanos se dieron modos para llevar a un catequista, quien pronunció un sermón, destacando que la muerte física no era el fin de la vida, y con esas palabras buscó alentar a los deudos a que siguieran con sus propias existencias.
“Terminamos con una serenata, acompañados de una guitarra. Esta fue una conmemoración distinta; más alegre, más esperanzadora, y sin duda más humana”, recalcó el abogado Pineda.
A inicios de la tarde del 3 de noviembre, cuando Pineda Mejía había vuelto al mausoleo, se topó con cientos de personas que seguían visitando las tumbas. Efectivamente, al parecer, el largo feriado se presta para rendirles honor a los difuntos por mucho más tiempo.